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Carlos Romero

Reverendo Diácono

Santiago 5:4. El cielo clama contra la injusticia.

He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 

El libro de Santiago es uno de los más interesantes de todo el texto bíblico. Sus escasas alusiones a Cristo lo pusieron en el punto de mira de algunos teólogos y eruditos en los primeros tiempos de la vida eclesial.

De discutida inclusión en el canon hasta su reafirmación por Jerónimo y Agustín, se trata de una epístola pragmática, de exhortación pastoral y moral, incluso de tintes proféticos, a través de la cual, su autor quería electrizar la vida de la comunidad cristiana primitiva, recordando la revolucionaria ética de Jesucristo. Dentro de este contexto, se encuentra nuestro texto. En él Santiago condena la avaricia de los ricos que engañan a los obreros, no entregándole su sustento debido.

AUTORÍA Y FECHA.

Santiago, el hermano mayor del Señor, es muy posiblemente el autor de la epístola. Mencionado como uno de los hermanos del Señor en Marcos 6:3, pasó de escéptico en lo tocante al ministerio de su hermano, a ser uno de los mayores convencidos de su resurrección (Hechos 1:14)

Elevado a la categoría de obispo de Jerusalén, fue considerado hombre justo, incluso entre los judíos, tal y como nos enseña Eusebio de Cesárea. Objeto de celos por parte de los fariseos, fue asesinado tras ser lanzado desde la muralla del templo.

La autoría apunta a Santiago, asimismo, por el empleo frecuente de ilustraciones del Antiguo Testamento, tales como Abraham o Job. La propia expresión “Señor de los Ejércitos” que analizamos próximamente en el texto, sugiere una naturaleza viejo testamentaria.

Respecto a la fecha de producción, algunos señalan una fecha tardía, a finales del primer siglo o inicios del segundo. Sin embargo, no concordamos con tal presunción. El hecho de que el autor preste tanta atención a las condiciones económicas, condenando la actitud del rico contra el pobre, nos ayuda a situarla en un contexto de prosperidad económica, inexistente en la Judea post año 70. Al igual que Amós condenó el abuso de los ricos bajo la prosperidad norteña de Jeroboam II, Santiago condena la corrupción en los boyantes años del Mediterráneo Oriental bajo emperadores como Claudio. La guerra judeo romana, acaecida entre el 66 y el 73, supuso un auténtico cataclismo para las clases pudientes hebreas que los igualó en miseria con los pobres. También el hecho de mencionar solo a los ancianos (5:14) denota simplicidad de gobierno eclesial, algo difícil de encajar con el posterior desarrollo del triple ministerio. Esta epístola debió de escribirse durante el foco de discusión entre fe y obras, de la epístola a los Romanos y, sobre todo, a los Gálatas. Proponemos, en virtud de todo lo expuesto, como año de su autoría una horquilla entre el 47 y el 50, quizás en el marco del Concilio de Jerusalén, mencionado en Hechos 15, donde se zanja la cuestión de la exigencia del cumplimiento de la ley a los gentiles.

DESTINATARIOS.

La epístola menciona sus lectores son “las doce tribus que están en la dispersión” (1:1) Esta expresión tan singular ha sido interpretada de tres maneras.

Unos señalan que fue escrita a judíos no cristianos, parte de las doce tribus originales, cuya validez era más simbólica que real en esa época. Evidentemente, de ser judíos sus destinatarios la Iglesia no la habría recibido en el canon.

La segunda posibilidad es que sean cristianos en general los destinatarios de la carta. La iglesia es el nuevo Israel.

Siendo evidente, asimismo, el tono judaico de la misma, concordante, además, con su autor, un hebreo piadoso del siglo I, creemos más atinada la posibilidad de que sus receptores fueron cristianos de origen judío, esto es, judeocristianos.

Sus menciones a la sinagoga (2:2) y a la iglesia (5:14) o su oposición a los juramentos, así como la ausencia de referencias a pecados típicos de gentiles como la idolatría o la inmoralidad, refuerzan esta tesis.

Por tanto, obsérvase que la epístola fue escrita por un judío piadoso, de alta estima y carisma, hermano, además del propio Jesús, en Jerusalén, para el grupo de judeocristianos que rodeaba a su líder. De entre el grupo es evidente que había ricos opresores, posiblemente piadosos de cara al exterior, pero no hacedores de la Palabra. Estos ricos quizás se tenían por fieles, realizando las oraciones pertinentes en la sinagoga los sábados y acudiendo en la noche del domingo a los primitivos cultos domésticos cristianos, mas en su corazón residía la avaricia. Para los oídos de estos ricos, habituados a escuchar lisonjas, las palabras de Santiago debieron resultarles demoledoras. La fe sin obras es muerta (2:17)

MENSAJE TEOLÓGICO.

Se trata de una obra de alguien con autoridad, de escasa doctrina teórica en general o de la redención en particular. Contiene un mensaje eminentemente práctico. Ello podría demostrar la posición del autor de responsabilidad pastoral. El mensaje principal es la necesidad de ser hacedores de la Palabra, no meramente oidores. El predicador clama contra la injusticia social dentro de la comunidad.

La ética recuerda a los profetas del Antiguo Testamento que condenaron la avaricia y corrupción de las élites y del propio pueblo.

El llamado a la caridad a los ricos es propio, no solo de los profetas del AT, sino también del cristianismo primitivo. En el Pastor de Hermas, obra fijada a fines del siglo I, se exige a los ricos que busquen a los hambrientos “en tanto la torre no está terminada; puesto que, una vez terminada, desearéis hacer bien y no hallaréis oportunidad de hacerlo”. El Pastor persiste con su admonición señalando que se guarden de que los gemidos de los oprimidos alcancen al Señor, puesto que los opresores encontrarían las puertas del cielo cerradas [1].

Se aprecia que la preocupación por el destino de los menesterosos y la condena de la avaricia de los ricos es un rasgo común desde los primeros profetas hasta la época apostólica.

En resumen, se trata de exhortaciones a una vida santa, acorde a la Palabra de Dios, de una comunidad cristiana de mentalidad judía, de parte de su pastor.

CONTENIDO DE LA EPÍSTOLA.

  1. Saludo e introducción.

Santiago se presenta como siervo de Dios y de Jesucristo, y dirige su carta a las “doce tribus en la dispersión”.

  1. Fe probada en las pruebas (1:2–18)

Exhorta a considerar las pruebas como medio de crecimiento espiritual. Dios no tienta, sino que da todo bien y sabiduría al que la pide con fe.

  1. Fe que escucha y actúa (1:19–27)

La verdadera religión consiste en escuchar la Palabra y ponerla en práctica, dominando la lengua y ayudando al necesitado.

  1. Contra la parcialidad (2:1–13)

Prohíbe hacer diferencias entre ricos y pobres; el amor al prójimo es la “ley real” que cumple toda la Ley.

  1. Fe viva y obras (2:14–26)

Afirma que la fe sin obras está muerta; la fe verdadera se demuestra en acciones, como en Abraham y Rahab.

  1. El poder de la lengua (3:1–12)

Advierte del peligro de la lengua: pequeña pero capaz de causar gran daño; no se puede bendecir y maldecir con la misma boca.

  1. La sabiduría de lo alto (3:13–18)

Distingue la sabiduría terrenal (egoísta y envidiosa) de la celestial (pura, pacífica y llena de misericordia).

  1. Contra las pasiones y el orgullo (4:1–12)

Las peleas nacen del egoísmo. Llama a la humildad, a someterse a Dios y a no juzgar al hermano.

  1. Riqueza y justicia (4:13–5:6)

Condena la arrogancia del que confía en sus planes y la injusticia de los ricos que oprimen a los obreros.

  1. Paciencia y oración (5:7–20)

Invita a la paciencia ante la venida del Señor, al poder de la oración, y a ayudar al hermano que se extravía.

ANÁLISIS DEL VERSÍCULO 5:4

En pleno llamado a la santidad y a una fe viva, rica en obras, Santiago pone en el punto de mira a los ricos opresores.

Comienza con un llamado de atención, ἰδοὺ, que la RV 60 traduce como “he aquí”, siguiendo el ecce de San Jerónimo en su Vulgata. Liberalmente, es el imperativo aoristo del verbo ὁράω que significa mirar. Se traduciría, por tanto, como “mira” tal y como lo incorporan la LBLA y la Biblia de Jerusalén. Este llamado de atención se repite con frecuencia en el Antiguo Testamento con carácter profético. Dios introduce una advertencia a su pueblo con este llamado הִנֵּה (hinneh)

Esta partícula nos permite saborear el carácter profético veterotestamentario de la epístola jacobina.

El sueldo de los obreros está clamando κράζει, gritando, dando voces. Este verbo indica necesariamente intensidad emocional, una protesta o reclamo de justicia. Se trata de un verbo en forma de presente que expresa continuidad. El escritor emplea una metáfora de personificación profética, tan típica del estilo semítico, para expresar el sufrimiento de las víctimas. Esta personificación la vemos en Génesis 4:10, donde la sangre de Abel clamaba tras el primer homicidio de la historia.

El jornal de los obreros es el sujeto de la oración. Los oreros han cosechado sus campos de sus patrones, mas éstos no solo no han pagado lo debido, sino que se les ha engañado, reteniendo lo que le es propio. La introducción del ánimo de engaño no aparece en todas las traducciones. La encontramos en la RV, no así en la BLA, Jerusalén o Torres Amat.

He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos (RV60)

Miren, el jornal de los obreros que han segado sus campos y que ha sido retenido por ustedes, clama contra ustedes. El clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos (BLA 2005)

 Oigan cómo clama contra ustedes el salario no pagado a los obreros que trabajaron en sus campos. El clamor de esos trabajadores ha llegado a oídos del Señor de los Ejércitos (NVI 22)

¿Por qué la RV incluye la referencia al fraude, al por engaño no ha sido pagado el salario?

En el texto original no se incluye ningún verbo referente a engañar. En cambio, Santiago sí consideró relevante añadir el ἀφυστερημένος que implica retención. Se trata del participio perfecto de ἀφυστερέω que significa privar de algo.

El salario de los obreros que merecían tras haber cosechado sus propios campos les ha sido retenido injustamente por parte de vosotros (af umon)

Y esos mismos clamores βοαὶ de los segadores han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. No es solo un clamor, sino los clamores los que hacen resonar, llaman a gritos, invocan a gran voz, la justicia de Dios. No se trata de un caso aislado de injusticia. Son varios los que han sufrido tales atropellos. Tan alto tono es el clamor que Dios que escudriña los corazones de todos y escucha las oraciones de los justos, se hace eco de la llamada de auxilio de sus siervos.

De nuevo, Santiago emplea la personificación al escribir que los clamores han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.

Son varias las escenas donde vemos a Dios escuchando el clamor de Israel y respondiendo a sus dolores.

En Éxodo 2:23-24, Dios escuchó los clamores de los hijos de Israel, acordándose de su pacto. En Éxodo 3:7 no solo escucha los clamores, sino que Él ha visto la aflicción de su pueblo bajo la opresión egipcia. El Salmo 18:7 emplea de nuevo la personificación al indicar que la voz del angustiado salmista llegó a los oídos de Dios.

Con este lenguaje el escritor bíblico no pretende afirmar que Dios tenga oídos literales para escuchar, ya que Dios es espíritu, sino mostrar una imagen cercana y personal del Altísimo, rompiendo literariamente su absoluta trascendencia y con vistas a trasmitir esperanza a los angustiados. Al final, implica una revelación de atributos de Dios, haciendo comprensible lo invisible. Asimismo, esta personificación muestra una participación activa de Dios en la historia. Dios no se limita a crear las leyes naturales, desentendiéndose de su creación, sino que, moviéndose a misericordia, se acuerda de su pueblo, protegiéndolo y guiándolo en su camino. Finalmente, la personificación trasmite emoción y dramatismo, enfatizando la urgencia de la situación que requiere una intervención pronta y contundente.

La expresión Señor de los Ejércitos (traducción literal del hebreo al griego: Κύριος Σαβαώθ) es un título referido a Dios frecuentemente empleado en los círculos viejo testamentarios.

El titulo implica potencia, omnipotencia, uno de los atributos divinos por excelencia. El Señor es comandante de todas las fuerzas, tanto celestiales, como terrenales. En este caso, se debe reseñar su función tuitiva, pues el Señor defiende a su pueblo y castiga a sus opresores. Es un señor de Justicia, que no deja que el mal triunfe.

La fuerza de David cuando derrotó a Goliat procedía del Señor de los ejércitos (1 Samuel 17:45)

De Él en exclusiva es la venganza.

En estos versículos se aprecia un doble atributo divino. De un lado, su poder y justicia y, de otro lado, su fidelidad y misericordia hacia su pueblo.

Finalmente, realizando una interpretación alegórica y cristocéntrica, vemos a Cristo, Cordero inmaculado, sin pecado ni mácula, sufriendo en la Cruz y asumiendo la deuda que la humanidad contrajo por sus pecados. El clamor de Cristo al Padre (¿Señor, por qué me has abandonado?) manifiéstase en el perdón que lanzó a sus opresores. El que, sin conocer pecado, se hizo maldito por nuestra causa perdona a sus opresores, aun a sabiendas de que el odio los mueve. Y el Padre escucha el clamor de su Hijo y lo levanta de entre los muertos. Ya la muerte no tiene poder sobre Él ni sobre nosotros. Ha aplastado la cabeza de la serpiente. Ha sido exaltado a la diestra del Padre. Fue reivindicado sobre sus opresores, cumpliendo lo que había profetizado: vieron al Hijo del Hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria (Lucas 21:27), mientras que la Jerusalén terrenal que condena a sus profetas vio como era destruida hasta los cimientos.

CONCLUSIONES.

Santiago, a mediados del siglo I, en una comunidad judeocristiana, actúa como un profeta viejo testamentario, lanzando serias advertencias a los ricos y poderosos.

Dios escucha el clamor de los justos y jamás va a dejar sin retribuir los abusos de los poderosos hacia los pobres. Él pretende con estas palabras despertar en los abusadores un sentimiento de miedo ante la ira y justicia del Señor de los Ejércitos, con el fin de que se arrepientan de sus pecados. En palabras del reverendo John Wesley, que pasen del estado de hombre natural que vive pecando sin miedo, como si Dios no existiera, al de hombre siervo de la ley, temeroso del terrible destino que le espera por sus acciones.

El arrepentimiento de sus pecados es el primer paso para la redención también del rico. Un corazón arrepentido aplaca la ira del Todopoderoso. Santiago pretende que la fe de sus lectores sea viva, no fría, vacua. Para ello emplea un lenguaje profético de llamada de atención, resaltando los atributos de Dios de omnipotencia, justicia y misericordia.

Santiago no busca solo condenar; su intención es despertar la fe viva y activa, una fe que se refleja en justicia, humildad y compasión. Que estas palabras nos desafíen hoy a examinar nuestras propias vidas: ¿vivimos con indiferencia hacia los necesitados, o dejamos que nuestra fe se manifieste en acciones concretas de justicia y amor? Un corazón arrepentido y obediente a la voluntad de Dios es el camino hacia la redención, y la manifestación de una fe que no solo profesa, sino que también obra.

 

[1] Pastor de Hermas, Visiones, 3.9,5-7

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