¿Cómo confesamos nuestros pecados los anglicanos?
Como cristianos, debemos confesar nuestras faltas con sincero arrepentimiento para recibir el perdón de los pecados por parte de nuestro misericordioso Padre celestial. En el anglicanismo no se practica frecuentemente la confesión privada o auricular ante un sacerdote. Antes bien, preferimos la confesión directa a Dios, sea en privado, sea en público.
Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury y notable reformador inglés, introdujo una sencilla pero poderosa confesión de pecados que podemos emplear tanto en nuestros devocionales particulares como en los oficios públicos. Se encuentra en el Libro de Oración Común de 1662, tanto en los oficios matutinos y vespertinos como en el de Comunión, y dice así:
“Padre Omnipotente y Misericordioso: Nosotros nos hemos desviado de tus senderos y como ovejas perdidas hemos andado descarriados fuera de tus caminos. Hemos desordenadamente seguido los designios y deseos de nuestro propio corazón. Hemos quebrantado tus santos mandamientos. No hemos hecho lo que debíamos hacer, y hemos hecho lo que no debíamos hacer; y no hay salud en nosotros. Mas tú, oh Señor, ten misericordia de nosotros, miserables pecadores. Perdona, oh Dios, a los que confiesan sus faltas. Restituye a los que se arrepienten, conforme a tus promesas dadas a la humanidad en Cristo Jesús, nuestro Señor. Y por amor suyo, concédenos, oh misericordiosísimo Padre, por causa de Él, que de aquí en adelante tengamos una vida piadosa, justa y sobria, para la gloria de tu santo Nombre. Amén.»
A continuación, el presbítero pronuncia la remisión de pecados con estas palabras:
El Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y ha dado poder y mandamiento a sus ministros de declarar y pronunciar a su pueblo arrepentido la absolución y perdón de sus pecados: Él es el que verdaderamente perdona y absuelve a todos los que verdaderamente se arrepienten y que sinceramente creen su Evangelio.
Por tanto, supliquémosle que nos dé verdadero arrepentimiento y su Santo Espíritu, a fin de que las obras que al presente hacemos le sean agradables y que nuestra vida de aquí en adelante sea pura y santa, para que, finalmente en la otra, gocemos de la gloria eterna, por Jesucristo, Nuestro Señor.
Sin embargo, hay cristianos anglicanos que sienten la necesidad de escuchar en privado las palabras de consuelo que un presbítero puede ofrecer mediante el perdón y absolución de sus pecados.
Por ello, el Libro de Oración Común de 1979 de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos ofrece un rito específico, llamado reconciliación de un penitente, por el que el penitente puede recibir el perdón de sus pecados a través de una declaración de un ministro en nombre de Cristo.
El presbítero imponiendo o extendiendo una mano sobre la cabeza del penitente arrepentido, dice alguna de las dos siguientes fórmulas:
Nuestro Señor Jesucristo, que se ofreció al Padre en sacrificio por nosotros, y confirió a su Iglesia el poder de perdonar pecados, por la gracia del Espíritu Santo, y mediante mi ministerio, te absuelva y restablezca a la perfecta paz de la Iglesia. Amén.
O bien:
Nuestro Señor Jesucristo, que ha dado poder a su Iglesia para absolver a todo pecador que verdaderamente se arrepiente y cree en Él, por su gran misericordia perdone todas tus ofensas y por su autoridad, que me ha sido conferida, yo te absuelvo de todos tus pecados: en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Se termina con estas bellas palabras:
Ahora hay gozo en el cielo, porque te habías perdido y eres hallado; porque eras muerto y has revivido en Cristo Jesús, Nuestro Señor. Ve en paz. El Señor ha quitado todos tus pecados.