Haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Lucas 12:32-33)
Hoy voy a hablar de un mandamiento claro que a menudo es olvidado entre los creyentes. Jesús manda que no hagas tesoros, es decir, que no acumules riqueza aquí, en esta efímera tierra. Él, en cambio, te manda acumular tesoros en el eterno cielo, donde ni el orín corrompe ni la polilla destruye (Mateo 6:19-20)
Muchos incrédulos y paganos son capaces de cumplir algunos mandamientos exteriores tan bien como los cristianos. Así, muchas personas no asesinan, ni matan, ni agreden física o verbalmente a su prójimo, ni hurtan, ni sienten envidia por los bienes ajenos. Muchos ateos, incluso, cumplen este mandato de Jesús de no acumular riquezas mejor que muchos cristianos. Muchos hombres y mujeres que cada domingo acuden a la iglesia, que leen la Biblia y oran, parecen olvidar este claro mandamiento: no busquéis riquezas para esta vida. Si tú acumulas mucho más de lo necesario o si tú solo confías en tu dinero o en tus propiedades como medios seguros de vida, te digo que eres peor que un incrédulo.
No olvides que eres mayordomo y administrador de los bienes de Dios. Recuerda que cada euro que dispones te ha sido entregado por el Altísimo para la expansión de su Reino en la tierra. Dios puso a Adán en el Jardín para que lo guardara y enseñoreara en su nombre.
¿Qué significa este mandamiento? ¿Qué quiere decir Jesús cuando afirma que no nos hagamos tesoros en la tierra, sino en el cielo?
En primer lugar, significa que debemos poseer lo necesario para nuestra propia subsistencia y la de nuestra casa. Debemos disponer de alimentos adecuados para nuestro bienestar corporal y vestimenta aseada para nuestra vida. Este mandamiento descarta que compremos alimentos caros y extravagantes que solo buscan el placer sensorial momentáneo, bebidas que embriagan el alma y el cuerpo o ropas lujosas y caras que vayan más allá de la modestia y sencillez que nuestro Señor exige de nosotros, sus hijos.
En segundo lugar, este mandato no implica que debamos abandonar a nuestros hijos, familia y casa, sin proporcionarles las necesidades materiales necesarias. Todo lo contrario. Significa que debemos trabajar para proveer lo necesario para ofrecer un buen sustento, alimentación, ropa, educación, formación y auxilio a nuestros hijos, esposos, padres y todos los miembros de nuestra casa. El mandamiento de honra a tu padre y a tu madre conlleva atender con los bienes que fueren necesarios a todo miembro de nuestra familia que lo necesite. Si alguien emplea este mandato como excusa para desatender a su hijo o madre está siendo peor que un pagano.
En tercer lugar, el uso adecuado de las riquezas también conlleva ayudar económicamente a nuestro prójimo. Leímos en el Evangelio que Jesús ordena que des limosnas y ofrendas. El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo (Lucas 3:11) Más bienaventurado es dar que recibir (Hechos 10:35) El tesoro que tengas en la tierra se debe compartir con tu prójimo, puesto que no te pertenece de forma absoluta.
En cuarto lugar, no tengas deudas con nadie, pues el que toma prestado es siervo del que da (Proverbios 22:7) Hay cristianos que piden préstamos para irse de vacaciones o comprarse un coche más lujoso. Si actúas así, estás endeudando no solo tus bienes, sino tu alma. Nadie puede servir a dos señores. Recuérdalo bien.
En definitiva, este mandato exige que no acapares más de lo necesario para el sustento propio, el de los tuyos y el de los necesitados. Guardaos de toda avaricia, dice el Señor, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lucas 12:15) El que compra varias viviendas o varios coches, el que se endeuda con distintos préstamos, el que acumula muchos ceros en su cuenta bancaria sin ningún propósito saludable, el que explota a sus trabajadores para engordar su cuenta bancaria, está acumulando ascuas sobre su cabeza. El acaparador estará distraído contando billetes cuando aparezca el Hijo del Hombre en el día de gloria para juzgar a los vivos y a los muertos.
Polvo eres y al polvo volverás. ¿Acaso la riqueza material va a insuflar aliento de vida cuando esté próxima tu partida de este mundo? ¿Acaso tus billetes heredarán la tierra? ¿Te salvará el dinero del tribunal de Jesucristo? Jesucristo, sentado a la diestra del Padre, no te preguntará cuantos bienes has acumulado, sino cuánto has amado. Si has dedicado tu vida a trabajar para ganar más y más dinero, si te has pasado tu existencia a comprar más y más viviendas, coches, perfumes caros, ropa lujosa, o a realizar viajes exóticos para vivir nuevas experiencias, olvidándote del propósito real de tus riquezas, escucharás las temibles palabras del Juez supremo:
¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles!
Porque tuve hambre, y no me disteis de comer;
tuve sed, y no me disteis de beber;
fui forastero, y no me recogisteis;
estuve desnudo, y no me vestisteis;
enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis (Mateo 25: 41-43)
Cuán difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. No por el hecho de ser rico, sino por buscar activamente la riqueza. La providencia actúa sabiamente. Nadie será condenado por haber recibido por herencia unos bienes o por hacer por su trabajo duro una fortuna que invierte en las necesidades de su familia, del pueblo o de la iglesia. En cambio, aquel que tiene por objetivo en la vida ganar dinero, legal o ilegalmente, para fines superfluos o innecesarios será recibido en aquel lugar donde el fuego no se consume, el del llanto y rechinar de dientes. No pienses que te podrás librar porque Dios conoce hasta el último pelo de tu cabeza y Él mira en tu corazón para saber tus inclinaciones y motivaciones.
Ahora ya sabes el destino de los que acumulan tesoros en esta tierra. Pero Jesús no se limita a esto. Él quiere que acumules tesoros arriba en el cielo, tesoros eternos que ni ningún príncipe, ni potestad podrá derribar jamás. ¿Dónde está tu corazón ahora mismo? ¿Tu corazón está mirando hacia tu nuevo coche, hacia tu abundante cuenta bancaria o está girado hacia la Cruz, hacia aquel que te dio la vida?
El mayor tesoro inimaginable lo encontramos en el Gólgota. En el sufrir de Cristo, del Cordero inmaculado de Dios, vemos la gloria y riqueza de Dios, apreciamos el amor de Dios por su creación. Tanto te ama Dios que envió a su Hijo a cargar con todos tus pecados, a cargar con tu avaricia, egoísmo, maldad, incredulidad y clavarlos en la Cruz. Cristo es capaz de convertir el mayor pecado en pura santidad. Él es capaz de transformar una acción roja como la grana en blanca como la nieve. Viendo a Jesús sangrar por ti, siendo Él inocente, estás asistiendo al mayor regalo que jamás recibirás. Porque Cristo al resucitar al tercer día derrotó al Maligno que susurra en tu oído que acumules riquezas para tu placer o comodidad. Él mal ya no tiene señorío sobre ti. He aquí tu tesoro. Tómalo y compártelo con los demás.
¿Cómo puedo hacerme tan bello tesoro en el cielo?
Amando al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y al prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas (Mateo 22:37-40). Reflejando el amor que el Padre por medio del Hijo demostró en la Cruz hacia ti, así debes amar al que te creó y a tu vecino. Siendo rico no en viviendas, sino en buenas obras, siendo generoso, dispuesto a compartir (1 Timoteo 6:19). Alimentando al hambriento, escuchando al necesitado, visitando al preso y al enfermo, prestando sin pedir intereses, abonando al trabajador tu justo salario, hablando bien de todos, dando gracias a Dios por todo. Siendo constantes en la oración, en el ayuno y en la lectura de las Escrituras. Velando día y noche, sin nada que temer, preparado para la venida del Señor Jesús. Siendo un buen mayordomo de los bienes temporales que Dios, por su misericordia, te ha dado. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vena vuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mateo 5:16)
Cada vez que realizáis una buena obra aquí en la tierra, tesoro acumulas en el cielo.
Así, cuando venga el Hijo del Hombre en el día que solo el Padre conoce, te encontrará alimentando al hambriento, cuidando a tu hijo, de rodillas en oración, consolando al triste o dando gracias a tu Dios y Señor.
Entonces, el Rey dirá a los de su derecha:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis;
estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí (Mateo 25:34-36)
Oh, Señor Jesús, que demostraste tu gloria y riqueza en la Cruz, dando tu preciosa sangre para comprar nuestro rescate inmerecido, concede que seamos buenos administradores de tu creación y que acumulemos solo aquellos tesoros que no se corrompen para, libertados de toda esclavitud de las riquezas temporales, podamos entrar en tu reino y contemplar tu majestad cara a cara.
En el nombre de Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
En Torre del Mar, a 08/08/2025.
IN ENGLISH:
Make yourselves purses that do not wear out, a treasure in heaven that will never fail, where no thief comes near and no moth destroys. For where your treasure is, there your heart will be also.” (Luke 12:32-33 NEV)
Today I want to talk about a clear commandment often forgotten among believers. Jesus commands us not to make treasures, meaning not to store up wealth here on this temporary earth. Instead, He tells us to store up treasures in eternal heaven, where neither rust nor moth destroys (Matthew 6:19-20 NEV).
Many unbelievers and pagans can keep some external commandments as well as Christians. Many do not kill, hurt, steal, or envy others’ goods. Many atheists even obey Jesus’ command not to hoard wealth better than many Christians. Many men and women who go to church every Sunday, read the Bible, and pray seem to forget this clear command: do not seek riches for this life. If you gather more than you need, or if you trust only your money or possessions as your sure security, I tell you, you are worse than an unbeliever.
Do not forget you are a steward and manager of God’s goods. Remember that every euro you have was given to you by the Most High for the expansion of His Kingdom on earth. God put Adam in the Garden to take care of it and rule in His name.
What does this command mean? What does Jesus mean when He says not to make treasures on earth but in heaven?
First, it means we must have what is necessary for our own survival and that of our household. We need apropiate food for our physical well-being and decent clothing for life. This command rules out buying expensive and extravagant food that only seeks momentary sensory pleasure, drinks that intoxicate body and soul, or luxurious clothes beyond the modesty and simplicity our Lord requires of us, His children.
Second, this command does not mean abandoning our children, family, or home without providing their material needs. On the contrary, we must work to provide what is necessary for good sustenance, food, clothing, education, training, and help for our children, spouses, parents, and all family members. The command to honor your father and mother means caring with necessary goods for any family member who needs it. Anyone using this command as an excuse to neglect their child or mother is worse than a pagan.
Third, proper use of wealth also means helping our neighbor financially. We read in the Gospel that Jesus commands us to give alms and offerings. If anyone has two coats, give one to the person who has none; and if anyone has food, do the same (Luke 3:11 NEV). It is better to give than to receive (Acts 20:35 NEV). Your earthly treasure should be shared with your neighbor, since it does not belong to you absolutely.
Fourth, do not owe debts to anyone, because the borrower is slave to the lender (Proverbs 22:7 NEV). Some Christians take loans to go on vacation or buy a more luxurious car. If you act like this, you are indebting not only your possessions but your soul. No one can serve two masters. Remember this well.
In short, this command says: do not hoard more than necessary for yourself, your family, and those in need. Watch out! Be on your guard against all kinds of greed; life does not consist in an abundance of possessions (Luke 12:15 NEV). The one who buys many houses or cars, who takes many loans, who accumulates zeros in their bank account with no good purpose, or who exploits workers to fatten their account, is piling up troubles for themselves. The hoarder will be distracted counting money when the Son of Man comes in glory to judge the living and the dead.
You are dust, and to dust you shall return. Will your wealth give life when your time on earth ends? Will your money inherit the earth? Will it save you from the judgment of Jesus Christ? Jesus, seated at the right hand of the Father, will not ask how many possessions you gathered but how much you loved. If you have spent your life working only to get more and more money, buying houses, cars, expensive perfumes, luxurious clothes, or exotic trips to live new experiences, forgetting the real purpose of your riches, you will hear the terrible words of the Supreme Judge:
“Depart from me, you who are cursed, into the eternal fire prepared for the devil and his angels!
For I was hungry and you gave me no food;
I was thirsty and you gave me no drink;
I was a stranger and you did not invite me in;
I needed clothes and you did not clothe me;
I was sick and in prison and you did not visit me.” (Matthew 25:41-43 NEV)
How hard it is for a rich person to enter the kingdom of heaven! Not because they are rich, but because they seek wealth actively. Providence acts wisely. No one will be condemned for inheriting property or making a fortune by hard work that is invested in the needs of family, community, or church. But those whose life goal is to make money, legally or illegally, for unnecessary purposes will be sent to the place where the fire never goes out, where there is weeping and gnashing of teeth. Do not think you will escape because God knows every hair on your head and looks into your heart to see your motives.
Now you know the fate of those who store treasures on earth. But Jesus does not stop there. He wants you to store treasures in heaven, eternal treasures that no prince or power can destroy. Where is your heart right now? Is it on your new car, your big bank account, or turned to the Cross, to the One who gave you life?
The greatest treasure is found at Golgotha. In the suffering of Christ, the spotless Lamb of God, we see God’s glory and riches, and we understand God’s love for His creation. God loves you so much He sent His Son to carry all your sins, your greed, selfishness, evil, unbelief, and nailed them to the Cross. When you see Jesus bleeding for you, innocent, you witness the greatest gift you will ever receive. Because Christ rose on the third day, He defeated the Evil One who whispers in your ear to store riches for pleasure or comfort. Evil no longer rules over you. Here is your treasure. Take it and share it with others.
How can I make myself such a beautiful treasure in heaven?
Love the Lord your God with all your heart and with all your soul and with all your mind, and love your neighbor as yourself. All the Law and the Prophets hang on these two commandments (Matthew 22:37-40 NEV). Reflecting the love the Father showed you through the Son on the Cross, you should love your Creator and your neighbor. Be rich not in houses but in good deeds, generous and willing to share (1 Timothy 6:19 NEV). Feed the hungry, listen to the needy, visit prisoners and the sick, lend without interest, pay fair wages, speak well of all, give thanks to God for everything. Be faithful in prayer, fasting, and Scripture reading. Stay alert day and night, without fear, ready for the coming of the Lord Jesus. Be a good steward of the temporary goods God has mercifully given you. Let your light shine before others, so that they may see your good deeds and glorify your Father in heaven (Matthew 5:16 NEV).
Every time you do a good deed here on earth, you store treasure in heaven.
So, when the Son of Man comes on the day known only to the Father, He will find you feeding the hungry, caring for your child, kneeling in prayer, comforting the sad, or giving thanks to your God and Lord.
Then the King will say to those on His right:
“Come, you who are blessed by my Father; inherit the kingdom prepared for you from the creation of the world.
For I was hungry and you gave me food; I was thirsty and you gave me something to drink; I was a stranger and you welcomed me;
I was naked and you gave me clothing; I was sick and you took care of me; I was in prison and you visited me.” (Matthew 25:34-36 NEV)
Oh Lord Jesus, who showed Your glory and riches on the Cross by giving Your precious blood to buy our undeserved rescue, grant that we may be good stewards of Your creation and store only treasures that do not spoil, so freed from all slavery to temporary riches, we may enter Your kingdom and see Your majesty face to face.
In the name of Jesus Christ, our Lord.
Amen.
