En la Iglesia Española Reformada Episcopal nos mantenemos fieles a la liturgia y leccionario de los cristianos hispanos, es decir, de los viejos mozárabes. El año eclesiástico mozárabe principia con el primer domingo de Adviento, siendo seis domingos los que se emplean en este tiempo litúrgico. Por tanto, en la corona de adviento los anglicanos españoles empleamos seis velas, en lugar de las clásicas cuatro.
En este período de adviento recordamos la venida de Cristo en la carne y evocamos, asimismo, su segunda venida. Dentro de este bello tiempo, recordamos la Anunciación o Encarnación del Verbo, celebrada el día 18 de diciembre. El X Concilio de Toledo (656) estableció el cambio de fecha para esta fiesta argumentando que «el día en que se sabe que el ángel anunció a la virgen la Concepción del verbo, y la confirmó con Milagros, no puede ser celebrado dignamente porque a veces cae dentro de la cuaresma y coincide con la fiesta de Pascua, en los cuales tiempos no es oportuno celebrar ninguna de las fiestas de los santos». Por ello el concilio toledano decreta que «el día octavo antes de aquel en que el Señor vino al mundo, se tenga también el día de la encarnación del Señor como celebérrimo y preclaro».
Comenzamos un tiempo de oración y de preparación, donde conmemoramos el amor de Dios por la humanidad al enviar a su Hijo único para que, al asumir nuestra carne, nosotros pudiéramos alcanzar la vida eterna. Cristo conoce tus sufrimientos porque se encarnó y vivió como hombre, sufriendo tribulaciones terribles, pese a ser Él verdaderamente puro.
Asimismo, iniciamos una etapa de esperanza donde vemos el futuro con gozo, aguardando el retorno de Jesucristo en gloria para juzgar a vivos y a muertos. Tras el juicio, nos aguarda la unión del cielo y la tierra, unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde el muro de separación entre Dios y los hombres ya no sea exista más, y caminemos con Cristo por la eternidad.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gálatas 4:4-5)